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Blues de la bohardilla

Estoy solo en mi cuarto y por eso viene la fiebre verde a devorarme.
Cómo te diré mi más bello poema, oh, pequeña amiga,
qué hará mi corazón tan solo.
Los tejados deslizan hasta el suelo musgo y cantos de pájaros.
Otras tantas muertes ruedan por la canaleta del día.
Las lavanderas inclinadas en las bateas y los chiquillos mocosos que crecerán sin cultura.
Los obreros que vuelven de los talleres sólo recuerdan ruidos.
El rumor de la ciudad achicado, perdido en el rumor de las alcantarillas.
El muro del asilo fresco y sonoro, y dos árboles, y dos ventanas y dos luces y dos vientos y dos pesos. Solamente dos pesos.
Y el reloj que no quiere detenerse para aguardarte y sigue palpitando el tiempo.
Y los libros ya manoseados llenos del drama que superamos.
Y los retratos, otras tantas muertes colgadas.
Otras tantas muertes ruedan por la canaleta del día.
Y el penúltimo cigarrillo que arrojamos sin sentir por el ojo de buey de la soledad.
Y el trepidar del tren asombrando la entraña de la tierra.
Un grupo de croatas ha invadido la zona del Bertchold en busca de oro.
Los hombres dentro del túnel buscan el oro que nace sucio y socavan la sociedad cuya base no podrá ser el sucio dinero.
Los cadáveres marchan con una linterna en la frente.
Así murió el padre de Catalina.
Un hilo de sangre le salía de la boca al asesino.
Nada se sabe del submarino hundido.
Señores profesores: La economía política es también poesía.
Piensa que en el fondo de los mares andaba y apenas salía a flote para ver con su único ojo terrible los navíos a la distancia.
Piensa que fue afilado y sereno y tuvo gracia de perfectos tornillos.
74 hombres están agonizando dentro del submarino.
A la hora de cerrar esta edición.
A semejante profundidad no llegarán los buzos, el cable de oxígeno, el discurso del Almirante, los sollozos de los parientes, los nombres de las tabernas, las mujerzuelas de los muelles, el hinchado vientre del puerto, nuestro viejo amigo.
Paciencia.
Ayer enterraron al tercer pistolero muerto.
Es tiempo de ocuparse del hombre.
De Dios nos ocuparemos más tarde.
Y cada uno puede cultivarlo a su hora.
¡Viva Nicolás Lenin!
A los 15 años me dicidí por la aventura y soy en potencia el más grande de los aventureros.

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