Cuando la sangre parezca adormecerse
y la cizaña se convierte en pesadilla,
corta tus relaciones con la mente,
pídele a Dios que te bendiga.
Ábrele las puerta a las buenas causas,
ellas seguro que se animan,
a acariciarte con las cosas que hacen bien,
y los mejores augurios de la vida.
Y luego,
deja que el sabor amargo,
la hiel y el alma empobrecida,
postrados o arrastrándose de pie,
se sientan derrotados por la dicha.
Anímate, seremos mas si lo logramos,
vencer a cada instante a la desidia.