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Graciana

Pien, Sandra: del libro Mascarón de proa, Colección Enclaves, Edivérn, Buenos Aires, 2002

Muy de vez en cuando
cierro los ojos
para asistir a ese encuentro.
Domiciana Belén se llamó en esta vida
le decían Graciana
altísima y descomunal para mis seis años
eterna tejedora de crochet
constante abrazadora de los chicos
en mi casa de infancia
boa necesaria para erigirse persona
secreto emocional confesional profesional
de la cara de galleta como se nombraba.
Siempre estuvo allí
con sus enormes aros argolla
asistiendo a todos
servicial morochaza sonrisa.
Una vez viajamos juntas
me llevó en tren a Carlos Casares
calles de su pueblo y tierra
perros ladradores en la estación
sulkys y verdes que retengo en mí
para cuando cerrando los ojos
viajamos de nuevo.
En esa nuestra cita de cada tanto
sigue poniendo sobrenombres
mofándose de los adultos solemnes
siendo eternamente escudo delante
ayudándome a no tenerles miedo.
Le doy alegría me espera me considera me escucha
me muestra la fuerza el poder la rendija del amor
la hago reír y riendo juntas somos inmortales.
Únicamente con ella y entre sus brazos
me permito ser
muy de vez en cuando
clandestinamente
nena otra vez
intemporales las dos contra todos.

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