Nadie te enseña el arma del delito,
a romper el mito de las mariposas en tu estómago,
nadie te avisa de los efectos secundarios,
ni de que su olor se te va olvidando
Aprendes a esconder el arma de guerra en tu propio costado,
para que no sea él el herido,
y acabar tu sangrando.
Desangras noches como esta,
y explotas tu pecho en un folio,
como si pidieras revancha a la vida.
Llenas la copa,
vacías tu alma.