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Víctor

Silencio.

De todo lo ocurrido siempre odié el recuerdo,  los instantes,  cúmulos intensos donde todo se vuelve concreto y se desvanecen como cenizas en el tiempo.  Quédate un poco más.

Silencio.

No deseo el beso,  ni la febril caricia.  Quiero de tí,  aquello que roba al tiempo su intensidad de prolongación.
Te vas... Lo dices esperando una señal de: –No lo hagas– Yo,  por el contrario impulso tus motivaciones, pues no espero poseerte.  No eres cosa que yo pueda intercambiar o contener.

Caricia y mirada.

Es el hoy que disfruto si es contigo y no por tí.  Pudiera dar más pero la situación impide que fluya.  No comprendo tus intereses y no deseo hacerlo,  pero quédate.  El cansancio y la entrega,  ¿para qué hacerlo? Por mí,  te invito a descansar; tú,  me esperas,  me sostienes,  haces la parte del viento que sostiene la hoja seca al caer para que no se rompa.  Yo, intenciones no poseo,  aunque te acaricio: tu cara, tus labios,  tus mejillas,  tu cuerpo,  ternura varonil que despierta pasión y no la quiero,  solo a tí.

Noche.

Bruma espera con ansias de verte pasar,  abrazo que congela el instante y calienta el viento cómplice.  Ajeno,  ajeno,  ajeno. ¿Algún día me amarás tanto como yo? Hoy lo haces y dudo.

Dormir.  No quiero y tú descansas.  Mañana hablamos sin pensar que después el viento quiera llevar ecos de nuestras voces cuando ya no estemos cerca.

No disparo,  pero tengo el Alma cargada.

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