Un domingo cualquiera
Me he encontrado en el súper,
haciendo compras con mi madre y mi sis (o sister en inglés).
Siempre compramos pan francés pero a la hora de pagar nunca llega.
“Vaya y busque el pan francés” me dice mi madre.
-con su respectivo acento cachaco-
Camino buscando el pan, he encontrado algo mejor!
¡ L O T E R Í A !
Yo diría que fueron cómplices el destino y el supuesto amor a primera vista.
-he encontrado la almohada perfecta-
Y la he cogido y me he devuelto dos veces por el f*ckin pan.
Cabe resaltar la evidente culpa de la almohada, no mía.
Y me he comprado esta almohada, claramente una almohada mágica.
¿Mágica?
La almohada disimula
tu ausencia por las noches.
¿Prudente?
Le he contado todos y cada uno de mis secretos,
nunca me ha juzgado.
Es tan suave y tan larga, que no necesito más.
Es el sueño de toda chica que mataría por estar con alguien (que la valore, idiota) pero prefiere una almohada a estar con cualquiera.
Toda una chica selectiva, como dirían algunos, lesbiana, como dirían los ilusos o la famosa “rogada” como dirían los patanes.
Me acompaña en mis más oscuros sueños.
Hasta pensé en ponerle tu nombre, pero que más da.
Me dije a mi misma: Basta de ti.
Basta de la indiferencia que arrasó conmigo
Basta de retener a alguien a quien ya se ha ido.
A alguien que simplemente no puedes recuperar, porque no se recupera lo que nunca se tuvo.
Y nunca te tuve amor,
y tú sí,
tú sí que me tuviste.