Un enamorado camina
con un “me encantas” en la boca,
ignorante en lo que le toca
vivir en la próxima esquina.
La desilusión se avecina
detrás de esa persona loca
cuyas palabras equivoca
a la “perfección” que destina.
Mientras la frase se desnuda
ve en los lentes de ella el ocaso,
su amor se quedó en un abrazo
de una verdad vestida cruda.
Dos calles después del rechazo
no ve semáforo de duda,
la avenida se vuelve muda
y el camino le niega el paso.