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Encuentro

En el viejo jardín me tocó el hombro
la delicada mano y al girarme
fue un rostro familiar el que al mirarme
me apuró a responder ¿cómo te nombro?
 
Entonces recordé que ella era aquella
que una noche el azar me puso enfrente,
y, aunque no andaba sola, fue evidente
que en un rincón de amor dejó una huella.
 
Le dije: ¡oh, qué tal! Le di un abrazo;
sentí que me rozaba la fortuna
de que nadie la hubiera acompañado...
 
¡Pero mi soledad es tanta! Aun paso
la noche acompañado por la luna
y el día con mi sombra, desdichado.
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