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Violeta

(a lo Rubén Darío)

En mi patio ha surgido la princesa Violeta.
Tiene labios carnosos, la mirada indiscreta;
me ha pedido la lluvia porque quiere jugar
y bañarse desnuda, y exhibir su belleza;
ella sabe que encanta contemplar su pureza,
la de la mariposa que no puede volar.
 
Una araña ha tejido su vestido de seda,
y en sus pétalos blandos una hormiga se hospeda;
le compuso un concierto algún grillo gritón;
la libélula de oro sueña que la corteja;
con la miel de sus besos ha hechizado a la abeja,
y su forma de hada ha inspirado a Platón.
 
En mi patio hay un charco que la imagen refleja.
Imitó al sol dorado y a la luna bermeja.
Viose en él la princesa su figura y color;
ahora sabe que es dueña de un tesoro divino:
la belleza absoluta le ha agraciado el destino,
que será de un valiente que le enseñe el amor.
 
La princesa no sabe que hay un tiempo inefable
que utiliza el reflejo para herir implacable,
que ha creado la historia donde vive el jamás,
que destruye y dispersa sin camino ni meta;
¿como pudo ese monstruo engendrar a Violeta?
(Si es sublime la obra, ha de haber algo más.)
 
Atrapado en el lapso de la noche y el día,
simulando que logro gobernar la alegría,
dejaré que el deleite sea mi voluntad.
No hay porqué en la princesa, no hay azar en el arte.
Soy feliz, mi Violeta, cuando puedo abrazarte,
porque estás en la esencia; tu belleza es verdad.
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