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Habitación 11:11

Sueño recurrente 2

La habitación 11:11
con sus once puertas
y sus once ventanas
nace de los movimientos
que se alejan de mi cuerpo
y calma su sed
con los arcanos
que pulverizan relojes.
Sus paredes son un lienzo
que adopta el vaivén del viento,
una mano que se alarga
hacia confines
de selva y pantano.
 
Ya comienza la carrera.
La felicidad es un can sin dueño
con la cabeza galáctica
y sus extremidades de rocas
y tiene por cola una soga
cuando sonámbula espera
que alguien grite su nombre.
 
Hasta que el pozo
no beba el barro
y escupa lotos por sus ojos
los oídos se pasearán
como un extranjero
que compra souvenirs
en el barrio chino
y cada latido estará posado
en una rama seca,
sin jamás bautizarse,
solitario y sin nombre.
 
¿Cuántas veces he de engendrar
un arroyo entre los dientes
y asesinarlo con pocos minutos
de vida en sotto voce?
Me busco, me busco
y no me encuentro en el pasado
y en el futuro ando
con un pie en el abismo
y otro en la estufa que construí
con mis maletas sin estrenar
y las plumas de la noche.
 
Me despierto en la mañana
ya sin números y corceles,
sin mensajes y puentes,
cuando la voz pregunta:
qué joyería es más resistente
al paso del tiempo,
el collar de perlas
que Él te regaló
envuelto en un lo siento
aún cuando sabía
que al no tener broche
huiría lejos de tu pecho,
o el anillo de cristal
con un pez dentro
sentado a una mesa
con el plato vacío
y mirando al cielo,
pero Él nunca preguntó
si lo buscabas
o pedías un milagro
o solo contemplabas
la órbita de postales
que tu cuerpo adolorido
tal vez nunca alcanzaría.

( 29 mayo, 2020)

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