Alberto Cerda

La Dama Carmesí

 
Ella, la dama de compañía,
vestida de carmesí que incendia el día.
Tacones altos, pecados sellados,
y en su bolso, deseos comprados.
 
Ojos azules, cielos en desvelo,
su mirada arde: un duelo eterno.
Camina lento, como si el tiempo la esperara,
y yo, un jovenzuelo, anhelo ser su jugada inesperada.
 
No pregunta, solo arrasa,
me consume: un fuego que no abraza.
Habla poco, todo lo agita,
sus palabras son filos que incitan.
 
Se mueve entre luces con arte y descaro,
y yo la sigo, aunque su precio sea caro.
Sabe dar, arrebatar, mentir sin prisa,
y en su risa... pierdo el alma, la piel y la camisa.

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