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Qué faena me hace Miguel Hernández

Nunca nadie ha osado a decirme esto,
aunque conozco el interior de algunos hombres
y si vienen y van o nos atraviesan,
nos convertimos en piedra todo en uno, aunque distintos,
somos superiores a nuestra figura de un espejo.
A veces creo ser Miguel Hernández, el poeta del pueblo,
otras empatizo con Oscar Wilde, gay atormentado y perseguido.
García Lorca no anda muy lejos, aunque aún hoy no lo sabemos.
Pretendo ser Juan de la Cruz, pero sin clero,
o simplemente soy yo, un mindundi,
que no tiene ni fama ni gloria, solamente celos.
 
Para que nadie diga nada contra mí,
esas locuras sólo duran un instante y luego se marchan
quedando la duda de haber podido ser.
 
Parecen mi balcón que, en las noches oscuras, atisbo a Zeus,
imaginándome en su lugar, siendo el máximo Dios del Olimpo.
No llego, no, porque solo soy eso, soy yo.
De repente aparecen grandes titanes sin que yo lo pueda remediar
Dámaso, Lorca, Oscar, Juan Ramón
o el mismo Miguel Hernández;
pero como sólo son estrellas que lo dibujan en el cielo,
que me hacen esta faena imponiéndose a mis deseos.
Y es como viajar con ellos por unos instantes,
y ellos, músicos de las letras, siguen viviendo.
 
La fina piel de la cáscara
Alfonso J Paredes
S.C./CopyRight © 2021
CEDRO

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