Granada
Caerá el polen del atardecer en nuestros cuellos
Colgará mi pierna izquierda del muro interpuesto a medida
Sudarás el musgo de tu crecimiento
Y ya habremos besado en distintos, lejanos idiomas.
El níveo escurrir de tu pupila derecha llegará al río,
a tiempo para rememorar el anterior deslave;
lo rasgará el sol de nueva cuenta.
No nos percataremos.
El aro, por más que lo busque, no saldrá de su cueva.
Toseré mi andar, quedito:
No querré despertar a la colocha morisca de hombros suaves.
Me volveré gigante
cruzaré conquistas en segundos,
y lograré surcar entre el reflejo de los robles.
Justo cuando las ninfas regresen a la diosa,
Nuestros claroscuros tocarán premoniciones en su templo.
Bajo el eclipse embrujado, nos pondremos de puntillas;
es el vacío de la esquina de nuestro reencuentro.
