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Una Historia Que Parpadea

Con la mirada fija, con la noche
y llamas, hazme una... llamada
traidora, sinvergüenza, de profundidad
en peñascos que obstaculizan mediodías,
en esta Vía Láctea que a raudales
emancipa la blanca solución, en donde
la tersa negrura nos convalece
para otro elevado final.
 
Si te digo, no me crees, si te cuento
no me escuchas, ¿en qué dominio
amerizará el hidroavión?, ahora
ya, en el desenlace en donde la corriente
prueba a ser una hostil hojichuela,
venenosa y en trance de afectos endiosados.
 
Ternura y suave caricia derramándose
hacia la pendiente desde la cual se caen,
se sepultan los patrimonios de Cuaresma,
¡Dios!, que partida en tablas finalizaremos
ciertamente, si un buen vestuario
de negociante disuelve, el espectro de ese
tembleque tuyo, ya rayando el sudor,
de la prístina mancha que en tu ano
nebuloso, cobijas como trampa o cepo oscuro,
y cigarras, arañas, mantis ubicándose
de natural, plateado acero de óxido
finamente perdurable.
 
Salpica este terror de planta carnívora,
en cuantía demasiado obsoleto para
el quejido de unas vocalizaciones
de petición, en desuso de cumplimiento,
mas el despliegue de la maleza, este símbolo
de opuesta contrariedad a una razón,
envuelta en abyectos huracanes, se contrae,
nos satisface, me satisface en crecimiento
si un triángulo y una circunferencia
rodasen a la par, que de resultas ruedan.
 
Tan fehaciente esta vastedad
a un solo anclaje de la pértiga
con la que se logra salvar el obstáculo mayor,
y en una reprimenda de necio capricho
nos juntamos enamorados, perfume, ruta,
india. Blasfemamos al atardecer
contribuyendo a un revolucionarismo
más íntimo, como unas bragas tintadas
con mi negra semilla, en libertad
de tu lengua, encogiendo el vientre
que se me quedó atado al suelo.
Primordial esfera, cuanto hemos esperado
hasta la carcajada de tus ojos rasgados.
Y un resuelto final para una historia,
historias parpadean.
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