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CANTO AL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR

CANTO AL  LIBERTADOR  SIMÓN   BOLÍVAR          
 
Tres centurias hacía, que la raza aborigen
de este lado del mar,      
en las fértiles tierras, que llamamos América,
bajo el peso gemía de opresoras cadenas;
la sonrisa de otrora se cambió en un rictus  
de macabro dolor;
y el fulgor de su danza se cambió por desfiles
de luctuoso color.
El temor a la vida,
el desprecio a sí mismo, la renuncia al esfuerzo,
en el alma del hombre
arraigaron del modo, que las lianas se abrazan            
en la selva cuajada.
Mas el dios del nativo, se cansó del estado
de abyección y bajeza que el tirano imponía
al esclavo de América;
y brotó de la tierra
y del mar y la selva,
un guerrero mestizo que del Guaire venía,
¡centellantes los ojos y en la espada mil fuegos!,          
a romper las cadenas que abrasaban las carnes
del rebelde oprimido:
de Alejandro, los sueños, la grandeza del César,
y del Cid el valor.
Los centauros de Grecia le quedaron pequeños
al medir con sus pasos las distancias enormes
que separan sus pueblos.
Gigantescos los Andes, sólo fueron oteros,
y las selvas inmensas, fueron cotos no más,
a sus ansias divinas de llevar estandartes                            
con marciales arrestos, a los pueblos rebeldes,
que impacientes miraban sus desgracias correr.
Su grandeza no tuvo, ni tendrá en el futuro
la manera precisa de poderla medir:
Por el norte Jamaica, con su carta rebelde;            
y en la Heroica Ciudad
la proclama guerrera
que invitaba a los pueblos a buscar libertad.
En su patria, con triunfos, anunció en Carabobo,
derrotero final.  
Por el sur fue Junín
y Ayacucho también
que mostraron su gloria, para siempre inmortal.
Boyacá por el este,
Angostura y el llano                        
para darle linderos, como nunca jamás
se pudiera soñar;
y el dolor de Berruecos,
por el lado poniente, donde el sol agoniza,
demarcó su tristeza, para darle contornos
a los campos inmensos do nació su grandeza,
¡su grandeza inmortal!.
En Bolivia las leyes, sus conceptos recogen,
para dar el impulso que su Pueblo requiere
de llegar con altura, por caminos de paz,
a un futuro triunfante donde el orden impere
y también libertad.
De regreso del triunfo, lo manchó la ruindad
que en el alma del hombre
ha existido por siempre;
y el río de la Patria, le prestó sus caminos
y en champán primitivo, que baquianos expertos
con pericia impulsaban, recontaba sus penas
de recuerdos ingratos de su vida pasada:
recorrió las ciudades, hasta un monte sagrado
reflejado en las aguas de sus costas de amor.
La ciudad de Bastidas recogió sus tristezas
y las puso en el templo que guardó su memoria,
compartiendo cenizas con Caracas del Guaire
que  el sepulcro y la cuna serán para siempre.

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