Me Dejaste Caliente y Sin Propina
Te vi venir,
con esa cara de que el mundo ya te la debe.
Con los huevos cargados y la billetera cerrada,
como quien pasea la carne
pero no la reparte.
Te medí con los ojos,
te lamí con la mirada,
y me dije:
“Ese man viene a mojar,
pero no a pagar.”
Te sentaste cerca,
y el viento traía tu perfume:
mezcla de ron barato,
pecado viejo
y algo de soledad mal digerida.
Yo te sonreí.
Tú me lanzaste ese “mañana vengo”
que en mi idioma
significa “me la jalé pensándote, pero no me alcanza.”
Y sí, papi,
me quedé con las ganas—
no de tu billete,
sino de meterte la mano donde duele más:
en el ego.
Me calzaste 23 cm de palabras,
pero te fuiste con los bolsillos vírgenes
y el deseo manchado.
Ahora ando yo,
bajo esta luna perra,
con la tanga llena de promesas no cumplidas,
esperando que otro no tan poeta
me coja sin versos
pero con efectivo.
Y cuando vengas de nuevo,
si es que te atreves,
te voy a cobrar
no por el polvo,
sino por el poema que te escribí
con las piernas cruzadas
y la lengua apretada entre los dientes.
