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LA CULPA FUE MÍA

Adiós te dije, con el alma herida,
adiós dijiste, sin mirar de frente,
y en ese instante se rompía el puente
entrambos e iniciaste la partida.
 
Nada más irte, me llegó enseguida
una amargura que ocupó mi mente
y desde entonces estará presente
en todos los momentos de mi vida.
 
Nunca pensé que te quisiera tanto
como para sufrir de esta manera,
en este sinvivir que ahora padezco,
 
que tal parece ser un adelanto
del  mismo infierno que estará a la espera
y que por mi torpeza me merezco.

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