La Soledad es un don, uno del que quiero y no prescindir, aquello que me mantiene atado a un mundo de idolatría, un mundo vacío, poco humano y nada parecido a la rudeza de mi alma fértil.
La Soledad es un pecado arcaico dominado por la codicia, el amor y la mentira. Es un complejo vacío que desborda entre los ojos, humedece el rostro y puede –en ocasiones– hacerte sentir vivo.
Es un cálido abrigo que estremece el alma, impregna de alegre melancolía y sencilla perturbación la mente, posee desafligida los miedos y la malicia.
La soledad, compañera mal habida de las horas tristes, de recuentos y cuentos oscuros, dónde perecen los ideales y la fidelidad. Que más da si en el séptimo círculo esta humanidad logra florecer.