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LOS MATE POR UN EURO, LA PATATA

La maté por un euro... una patata

Subí las escaleras, olían mal, mi estómago se revolvió. La puerta estaba abierta, mi pareja me empujo hacía adentro, allí mirándome fijamente, había varias personas, enormes, apenas se les veía los pies por la barriga que les colgaba.

De pronto el silencio se rompió con una algarabía de gritos y chillidos, me abrazaron estrujaron, me asustaron, creí que desaparecería entre tanta carne.

Me senté en una silla y la que supuse era el padre me dio una patata frita, la cogí con renuencia, no parecía estar muy limpias sus manos. Sentí: un euro... ¿eh? la miré creyendo que era una broma y él repitió: un euro.
Le di el euro, mi novio corriendo quiso devolvérmelo, pero no quise alargar más la situación. En ese momento, todo eran gritos, chillidos, me estaba volviendo loca oír aquella familia hablarse de aquella forma.
Con los nervios de punta vi como se acercaba aquella masa inmensa, la cabeza le asomaba directamente del tronco, no tenía cuello, solo lorzas y lorzas de carne.
Me dio una patata y lo miré desconfiada, la cogí por temor a enfadar a los que serían mis suegros y él de nuevo dijo: un euro. Esta vez se lo di enseguida, mire a mi pareja y él esta vez estaba comiendo con las mismas ganas que ellos. Ya llevaba veinte euros... veinte veces la misma escena.
De nuevo volvieron los gritos, alaridos de risa, el niño aquel, supuse que el sobrino, tocaba y tocaba una flauta, chirriaba mejor dicho y yo no sé que me pasó. Me ofrecí a preparar un plato típico de mi país, mire debajo del fregadero, fui al baño y rebusque, encontré pastillas y veneno de ratas, lo molí muy bien, en la comida no se apreciaba ningún sabor.

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