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TRIADA I

La triada de diosas antiguas como la tierra, caminaban por el mundo de Underworld, andaban deprisa, no querían encontrarse con Darrian la diosa de la guerra y asimismo de la muerte.
Podía ser la hacedora de la vida, pero era ella quien, con la sutileza de sus alas de cuervo, arrancaba el último hálito de los valientes guerreros.
No la temían, pero querían llegar a tiempo, tenía que nacer el niño y hacerlo en su tierra.
Era urgente hacer el ritual de: Nashadad.
La luna llena alumbraba el camino, aguzaron el oído, algo sonaba en el bosque.
Un aullido hizo que se detuvieran.
Un ser con cabeza de serpiente y cuerpo de león las miraba, era un demonio, se quedaba con las almas de quienes le miraban a los ojos. La bestia aullaba como treinta perros a la vez, conforme avanzaba hacía ellas.
La madre se puso en guardia, la rodearon para protegerla, no hizo falta, sacó un pequeño bolsito del pecho y con furia lanzó unos polvos azules que dieron de lleno en los ojos de aquel engendro, la bestia aulló como poseída por mil demonios metiéndose en lo más profundo del bosque.
Se miraron preocupadas, había sido demasiado fácil... Algo no estaba bien.

TRIADA II

La guerrera decidió adelantarse, antes golpeó con fuerza el báculo, una luz cegadora surgió de él y rodeó a la diosa madre y a la maga, era un hechizo de protección tan  potente que era difícil romper.
El bastón se convirtió en una brillante espada, forjada en hierro con el mango de madera dorada, esto le daba más ventaja, ya que permitía amortiguar mejor los golpes.
En el mango grabados de intrincados círculos concéntricos formando el dibujo de una runa.
Avanzó con rapidez, se adentro en el bosque, azuzó el oído, sintió que algo se movía. Intentó no hacer ruido, apenas respiraba por la tensión, apoyó con fuerza las dos piernas, las tenía fuertes, musculosas, todo su cuerpo era así, su cara en cambio era de facciones dulces, sus ojos esmeraldas brillaban en la oscuridad, el pelo le caía por la espalda, dorado como rayos de sol, algo que solía confundir a un guerrero y confiarse, un error que pagaba con la muerte.
Afianzó el cuerpo y esperó.
«En un lejano lugar: oraban los druidas y hacían ritos de purificación,
tenían miedo por La Madre, sentían en su alma que había un gran peligro».
La noche se volvió negra y la luna sangró, la guerrera vio venir aquel ser.
Llevaba una máscara representando la muerte, los ojos rojos refulgían, el cuerpo
cubierto de pelo negro solo estaba tapado por una pequeño taparrabos, a su lado el monstruo cegado por la madre.
No lo pensó, blandió la espada y se lanzó al combate.

TRIADA III

Levantó la mirada justo a tiempo para esquivar el puño de la bestia horripilante, saltó a un lado y arrojó su espada.
Su adversario contempló asombrado la espada clavada en su pierna. Tocó el filo con algo de estupor. La guerrera cogió el puño con firmeza y tiró de ella, el animal cegado aulló, el bosque vibro al sonido de los gritos de los combatientes.
No dejó que se recuperará, cogió la hoja con firmeza y con el puño golpeo la cabeza de aquel ser, volteó la espada y con el filo le rompió la falda, se quedó desnudo, allí en medio del bosque, con una enorme herida en el muslo y la cabeza rajada, el animal le dio un lametazo intentando espabilarlo, la guerrera no dejó que esto sucediera, levanto la pierna y con una fuerza enorme le dio en el pecho, sonaron huesos al romperse. El ser fue a levantarse, ella se agacho cogió una enorme piedra y lo golpeó con furia desatada, se oyó un grito horripilante... al mismo tiempo que la espada se clavaba por debajo del cuello hasta salir por lo alto de la cabeza.
Sudando gritó su victoria, fue en busca de sus compañeras de viaje.
Pensó en el bosque que tenías que atravesar, allí vivían lo peor de los seres que habitaban Gaia. La canalla y la infamia, avariciosos de cosas materiales, envidia y celos se dan la mano, caricaturas vivientes, que solo quieren hacer el mal, para sentirse
satisfechos.
Y no les quedaba otra cosa que hacerlo si querían llegar a tiempo.
Llego junto a sus amigas, repitió el hechizo a la inversa, el báculo iluminó la noche, la luna dejó su cara sangrienta y volvió a ser blanca como nieve en invierno.
Dhanya la diosa madre guardiana de los hombres, la gran madre del agua, concebida antes de la creación, hermana de la luz, dio las gracias a la guerrera por su valentía.
Activó su escudo con la runa de la vida para proteger su vientre.
Enseñó, la malvada brujería de los seres del bosque, hizo que vieran sus crímenes que se parecen a los hombres, pero que en cambio ellos no eran mortales.
Ella hilaba la vida de los seres humanos; todo lo hilaba ella, pero no movía la rueda,
los humanos que sí eran mortales, habían decidido una vida lejos de la bondad. Tendría que tomar medidas.
Con una mirada las tres empezaron a adentrarse en el bosque. La Madre acarició su escudo, era muy fuerte, pero la maternidad la hacía tener un punto débil, eso no era bueno en los tiempos que corrían.
Pensó en Darrian, la diosa de la guerra, prefirió callar...

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