Nombrame, como se le nombra a la luna y al viento, quisiera ser simplemente silencio.

Eso quisiera, morir y ser fuego, fundirme en la lluvia, tener otro nombre y aveces ser día.

Quisiera ser cielo y golondrina, dejar mi vida mortal entre las mascaras y cortinas.

Por eso si muero deberás sonreírme un poco, pues al fin he partido de este mundo tan loco.

Lo eterno es mi destino, eso quisiera, no deber, no tener un fijo camino.

Nombrame como la sangre en los corazones, quiero ser al fin esencia de caóticas emociones y así estar contigo siendo el fondo de piano de viejas canciones.

Por eso si muero deberás sonreírme un poco, tomar un café, mirar hacia el cielo y pensar en los ángeles.

Acercarte a mi tumba y cambiar mi nombre, quisiera que cambiemos de nombre y recuerdes cada enero y cada octubre.

Recuerdes pinceles sin formas, recuerdes colores de fatuos aromas.

No me olvides entre el limbo y el llanto, mira tan solo el lienzo blanco.

Ama la fotografía, recuerda el primer beso y cuida en nuestro tacto a ese niño indefenso.

Nombrame, cuenta hasta uno o hasta el infinito que yo curare tu sueño, y que si no estamos en cuerpo, el alma sera nuestro suave encuentro.

Tan solo nombrame, así como se nombra al mágico tiempo...