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La marcha de Juan Ramón

—Apacigua esos impulsos
Que te encienden la mirada.
Piensa que pueden matarte.
¡Ay, Juan Ramón, no te vayas!
 
—Guarda esas súplicas tuyas,
No pierdas tiempo en palabras,
Que en esos campos desnudos
Mis hermanos me reclaman,
Hermanos de piel morena
Que marchan bajo las balas
Entre rabia de fusiles
Y vómitos de metralla.
 
—Ay, Juan Ramón, tú no sabes
Las penas que nos recargas.
Si marchas a aquellas veras:
Qué tristeza en esta casa.
 
—Suéltame el hombro. No pienses.
Déjame partir, hermana.
Que quiero latir con esos
Valientes en la batalla.
 
Geografías luminosas
De amor y de fe les traza
La fuerza en los corazones
Y la bondad en el alma;
Y más: una valentía
Que es toda una suelta ráfaga.
Ellos saben por qué luchan,
Que luchan por su esperanza,
Por un surco liberado
Para las nuevas labranzas.
 
—¡Pero es que aquí te queremos!
¡Ay, Juan Ramón, no te vayas!
 
—También yo quiero a mi tierra
Tanto tiempo aprisionada,
Y pienso que es cobardía
No cumplir esta jornada.
¡Qué importa morir al cabo,
Si el pueblo elevado en armas
Perfora roncas tinieblas
Para enseñarnos el alba!
 
—Hermano, ¡qué cosas dices!
Nunca escuché esas palabras.
 
¡He esperado tanto tiempo
Que esta lid se desatara!
Di a nuestra madre que marcho
Con esta mi sangre honrada,
Que voy a aprender del pueblo
Su hermosura de guirnalda.
¡Qué nobleza en sus vertientes
Y austeridad de comarca!
¡Y qué altivez en sus hijos
Que dialogan con las balas!
El pueblo quiere vivir.
 
La misma sed me acompaña,
Y esta sed de libertad
No se entretiene con agua.
Quiero latir en las sienes
De los que entran en batalla,
Y ver y sentir que tengo
Sus estampas en el alma;
¡Serán mozos que han partido
Para enterarse que el alba
Renace, cuando se erige
Su pedestal con metrallas!

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