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Los niños del semáforo

Con algo de estupor los observé. Sus ojos eran cristalinos, más bien verdosos.
La mirada enajenada, casi ida, perdida entre todas las demás sensaciones.
Sin preguntarles por la comida se sabe que ha faltado durante días; lo hambriento como tal ha desaparecido por las sucesivas veces que lo han sentido.
En fin, la vida es un suspiro eterno para estos pequeños habitantes de los semáforos de mi ciudad.

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