Te amé, te amo, te amaré, siempre. Me concediste tu cálido cariño, un cariño inmensamente puro, como la nieve más blanca y eterna. Me enseñaste a vislumbrar el mundo…
Tenía un resplandor inmenso, como el de la luna acariciando los setos en una noche estrellada. Pero no es tan simple.