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El viento oscuro

El viento extranjero remece
los costados de mi Casa.
Puja en las puertas como el oso;
salta en onza las terrazas
y ya encontró y ya dobló
el pino de Alepo de mi gracia.
 
Viene como la marea
manchado y fétido de algas,
tumbó, mascó y aventó
*mi pino el de gomas de ámbar
y ahora yo lo tengo en el pecho
sin color mi árbol de llama.
 
El vagabundo no sabe
ni su nombre ni su entraña.
Entra huyendo, rasa muros,
hondea manojos de cañas.
Hipa y se tuerce, el beodo,
quiere hablar y olvidó la palabra.
 
Mi pino de Alepo no tiene
ya ni noches ni mañanas,
gloria de estío no tiene
ni su sombra embalsamada.
El ladrón de la tierra baja
muerda la Puerta, abra y despoje,
busque en los ángulos vacíos,
huronee en los cimientos,
beba el agua que él bebía,
quiebre mis ojos que lo miraban
gire en el abra de nuestra dicha
como en tierra reconquistada.
 
Yo no quiero abrir los ojos
y aprenderme extrañas casas
ni recibir día nuevo
con Lázaro resucitado.
Quiero dormir del sueño grande
que duermen las piedras lajas,
y en la parada Eternidad
con tierra y memoria anuladas,
ver subir mi pino de Alepo,
íntegro y verde rama por rama,
y que sus brazos me reconozcan
y su ruedo me haga la Patria.
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