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Eramos distintos

Éramos distintos, lo sé.
 
Éramos alegres, graciosos y solíamos reirnos
de nosotros mismos.
 
Solíamos leer poesia, salir con amigos,
bailar con la vida, cantar contra el mundo,
escribir consignas en los muros.
 
También solíamos jugar ¡y mucho!,
¿Te acuerdas? Jugar a quitarnos la ropa era nuestro pasatiempo favorito,
una prenda por cada respuesta equivocada
hasta quedarnos desnudos
como dos bebés recién nacidos.
Nos gustaba vernos desnudos, andar desnudos por la casa,
sentarnos a la mesa desnudos, comer desnudos las manzanas de nuestro paraíso;
un paraíso sin diablos a la vista
y sin ángeles vigilando.
 
Solíamos exitarnos con la mirada, con los pies, con las manos,
con mentiras, con preguntas, a ser otros,
a ser infieles, con besos tan profundos
que llegaban a las entrañas mismas de la vida.
 
Solíamos hacer el amor en la cocina, en el baño,
en el piso, contra la pared, frente al espejo,
frente a nosotros, cara a cara, cuerpo a cuerpo,
de espalda, de costado; en la cama,
en la silla, en el aire, sobre la alfombra,
bajo la alfombra; como dos atletas del sexo,
como dos artistas del placer.
 
Solíamos tener tantas ganas de estar juntos
que nunca entendimos del todo a la gente sóla.
¿Por qué está sóla? nos preguntabamos.
 
Sí, solíamos ser felices con lo que teníamos a mano, con nuestro amor.
Que podía subir montañas y caminar en la luna.
 
Éramos distintos, lo sé.
 
Éramos tan distintos, que a veces, mi amor,
pienso si éramos nosotros los que jugaban a quitarse
la ropa.

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