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Al conde de Lemus, viniendo de ser virrey de Nápoles

Florido en años, en prudencia cano,
Riberas del Sebeto, río que apenas
Obscurecen sus aguas sus arenas,
Gran freno moderó tu cuerda mano;
 
Donde mil veces escuchaste en vano
Entre los remos y entre las cadenas,
No ya ligado al árbol, las sirenas
Del lisonjero mar napolitano.
 
Quede en mármol tu nombre esclarecido,
Firme a las ondas, sordo a su armonía,
Blasón del tiempo, escollo del olvido,
 
Oh Águila de Castro, que algún día
Será para escribir tu excelso nido
Un cañón de tus alas pluma mía.
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