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Al serenísimo infante Cardenal

Purpúreo creced, rayo luciente
Del Sol de las Españas, que en dorado
Ya trono el Tíber os verá sagrado
Leyes dar algún día a su corriente.
 
De coronas entonces vos la frente,
Vuestro Padre de orbes coronado,
Deba el mundo un redil, deba un cayado
A vuestras llaves, a su espada ardiente.
 
Creced a fines tan esclarecidos,
Oh vos, a cuyo glorïoso manto
Sombra son eritreos esplendores,
 
Y en quien debidamente repetidos
De vuestros dos se ven progenitores
El nombre, lo católico, lo santo.
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