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Mustafa y el oleolista (3)

Sentado sobre el gastado banco del Arcano Maydan,esperaba Mustafa.
Él no tiene nada que ver con esta historia,él es solo el protagonista.

Inflando el pecho como el despliegue de las alas de una mariposa y ejerciendo presión sobre sus callosos pies, estrechó su cuádriceps para poder pararse con el afán de sostenerse en pie, cosa que poco hacía.
Mientras penaba su infortunio, alzó su vista hacia la noche estrellada y miró distraídamente hacia el campo de girasoles.
Más alla de la glorieta de ámbar, bajo la sombra de un eterno almendro en flor y los sinensis naranjos descansaba, sobre una mesita de caoba, una sidra (presumiblemente helada), y a su izquierda, la pluma de un acuarelista u (oleolista)(1). De rolliza tesitura, su tez marcada a fuego con un bronce bruñido y unos ojos frescos como dátiles de Sudán, deslizaba magistralmente su pincel sobre el paño, sentado como el pensador de Rodin.
Los ojos miel de Mustafa quedaron pasmados de intrigas, al ver al pintor bajo el ciprés oscurecido por la arenisca matinal, silbando, o más bien relinchando, como si la tinta tuviese voz de buey en cada trazo.
Por primera vez, entre dos columnas de capiteles palmiformes y aromatizado por las flores de caléndula y amapola a su alrededor, un artista se postraba ante la vista indiscreta pero disimulada de los ignotos transeúntes.
Desde ese instante, Mustafa decidió dejar su anodina existencia, empujar a su extrovertido y enorme gato de su pierna y caminar de forma desmembrada hacia el nuevo visitante.
La envergadura catrinesca del acuarelista, u (oleolista) le recordó la postura de su tío Euclídeo que le recitaba cuentos cuando él era un niño extrovertido y curioso.
Dio un primer paso con el pie derecho hacia adelante y un segundo con el izquierdo un poco más corto que el anterior.Descendió sobre el primer escalón de piedra, y así, el segundo y el tercero.Prosiguió por uno de los pequeños corredores de azaleas hasta llegar a un deformada rotonda decorada por la Estatua de la Doncella sentada sobre una alfombra. Esta tenía su pie izquierdo apoyado en suelo, su pierna derecha por debajo de la izquierda y con la planta del pies mirando hacia afuera; las palmas de sus manos apoyadas sobre la rodilla izquierda; y su oreja izquierda descansaba sobre esta... parecía indicarle el camino a seguir.
La  indómita estatua mostraba su herrumbre al pueblo, con grandes colgantes en su cuello y acompañada por un enorme tigre cerril de marmol, que dormia en su regazo.No era baladí para Mustafa, pues siempre que pasaba frente a ella, la observaba con mucha curiosidad y determinado ahínco, desde sus oxidados ojos hasta terminar de circundarla con su aniñada mirada..
El acuarelista, en tanto, mas cabezon que un moai, continuaba con su excelsa manivelacion y preciso pulso.MIentras que el paso lento pero firme de Mustafa hacía que el artista estuviese en un espejo interminable, como cuando intentamos alcanzar el horizonte.Razón por la cual atravesó el jardín de manera transversal al los mandarinos, como si le diese pena ensuciar la tierra con sus sandalias.
Arriado frente a frente a él, intentó pronunciar unas oceánicas palabras con su aguda tesitura de colibrí resfriado.
—¿Qué haces?—dijo lentamente.
El foráneo colocó su pelirrojo cabello tras sus orejas, dejó el pincel y tomado el cuadro de los laterales lo giró 180 hacia la vista de Mustafa.
La obra exhibía a un feo, orate, sucio, perdido y desprolijo ser humano descansando cual doncella herrumbrosa e indómita junto a su cerril gato Maine Coon.

(1)La RAE admite la palabra acuarelista para el pintor de acuarelas,pero no hay información sobre el pintor de óleo.

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