Quiso la fortuna de la prosa serme a
ratos propicia, escribí
cuatro novelas
al contado violento, me hice rápido
rico pasándolas al fósforo de la filmación, olí
mujeres de diamante, escalé
rascacielos más allá de
W. Street, llegué a la punta
de los dólares, todo gracias a
la serpiente, me
fasciné, me harté
de hartazgo.
Demasiado
fulgor no hace hombre, pensé. Prefiero
resuello de perdedor: esta, por ejemplo,
casa de tablas, cuyo parentesco
mortuorio y ataúdico yo no más me sé.