¡Qué triste es ver
a las personas tan vulnerables
en mitad de la noche sísmica!;
descalzos en la lluvia
y la vibración de la tierra,
inmisericorde.
¡Somos tan pequeños
ante un temblor
de grandes magnitudes!
Somos como niños indefensos,
llorando, implorando
mientras los árboles se sacuden,
y las veredas se ondulan
como frágil hoja de papel.
Madrugada de quebranto;
rugir de la tierra
en su profundidad;
y a Dios con el alma rogando.
¡Piedad!
no nos dejes sin morada.
Es triste ver a la gente
abrazados como en orfandad
¡tan frágiles ante la muerte!
mientras la tierra brama
y los cielos se abren
destellando luces extrañas.
¡Terremoto!
gritan las almas...
Luego todo se detiene
y hay un silencio que espanta.
Ingrid Zetterberg
24 de Junio 2,019
De mi poemario:
“Poemas de terciopelo”
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