Cierro los ojos y siento como mi cuerpo se eleva al compás de galopes que me hacen vibrar. Siento como penetra sin cesar el crepúsculo nocturno que me hurta de vociferar, al recordar que el espacio no es el espacio y la racionalidad no es racional.

Sigo desconociendo lo desconocido, aun no entiendo lo entendido; sigo sin discernir lo que tú no puedes distinguir. Te limitas a elegir y juzgar por decidir.

Sigo preguntándome si todo esto tiene significado como el verbo se hizo carne en un vano escenario. Donde el domador doma al león ante el compás de las palmas de esqueletos sin alma.

Sin necesidad de erudición conozco la perdición.