He vivido mil guerras contra el cicatero amor, he reforzado el corazón con una acrimonia admirable y me ego petulante se enaltecía por ser increbrantable, eso creía mi estólido pensamiento, hasta aquel fatídico día en que la batahola de mis sentimientos me destrozaron por completo, pensé que te olvide y que tu recuerdo inefable yacía en lo más profundo de la trena de mi corazón, que equivocado estaba, por que al momento de verte mi trémulo corazón sintió una congoja terrible, mis endebles piernas temblaron al son de mi azorado corazón, mi mente sosegada no encontraba palabras para aquel efímero momento, inmóvil como estatua el melifluo sonido de tu voz rompió el etéreo momento de incertidumbre que ceñía mi cerebro, dejando el raciocinio a un lado, de mis labios emanaron pusilánimes palabras, tal vez no las escuchaste o las ignoraste por que no recibí objeción de tu parte, a cambio tus brazos entrelazaron mi alma llegando al punto de atañer mi corazón, en ese momento sempiterno mi alma se quebranto en mil pedazos y luego del cataclismo una ataraxia completa se apodero de mi ser, volví a renacer en mi lívido cuerpo, volví a quererte con euforia, mi corazón dejo de ser renuente para entregarse sin cavilar a tu amor.
Tu y yo bajo aquel arrebol me sentí el hombre más dichoso sobre la faz de la tierra y nuestra limerencia rebosaba ante cualquier espectador entendí que tu acendrado amor era el correcto y agradezco aquel momento en que tu alma se amalgamo a la mía para formar juntos inmarcesible una vida