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Junto a la Quebrada

A la Piscina
por todos los bellos momentos que me ha dado.

A veces sólo quiero dejar pasar el Tiempo
tomarlo como un rayo de sol entre las manos y
dejarlo ir sobre la quebrada.
 
Por eso voy, cada que puedo y, siempre puedo,
al monte, no con otro motivo más que el Tiempo
se vaya ingrávido, veloz, pacífico en el agua iluminada.
 
Salgo de mi pueblo cuando ya es mediodía y
el Sol posa sus encendidos ojos sobre mi casa
que es como una caja de fósforos
pequeña y pronta a encenderse.
 
Vengo al monte a escuchar el diálogo múltiple de los pájaros
a mojar mis pies cansados y heridos en la quebrada
fresca y trasparente,
a estar solo,
a estar sólo con la vida tranquila del monte.
 
A veces me duermo y las hormigas trepan a mi cuerpo y
lo llenan de caminos y
cuando despierto tengo el rostro lleno de mariposas.
 
El monte junto a la quebrada es tranquilo y fresco
como Enero es caluroso y de ojos irascibles
es perfecto para abandonar el pueblo y
mojar la piel y toda la ropa en el agua purificadora de la Piscina.
 
Y allí me estoy, largas, tranquilas y apacibles horas
en la quebrada cuyas piedras son como esmeraldas y
cuyo canto es acogedor y liberador.
 
Hasta que la tarde empieza a caer y
el Sol es devorado por la Noche,
entonces llevo flores para mi Amada,
flores que adornen su pecho y su silencio.

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