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Sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto

Pierde tras el laurel su noble aliento
el héroe joven en la atroz milicia;
supúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.
 
Hace prisión su lúgrube aposento
el sabio por saber; y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.
 
Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día
el cazador de su familia ausente.
 
Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, Filis mía.
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