En sueños subo a la sierra
y me moja la tristeza
de Andahuaylas.
Me llega el huayno
en notas de
una quena llorosa,
un charango sin ilusiones,
un arpa con cuerdas rotas
y un requinto de congojas.
En Puquio, Misitu el toro,
el de Yawar Fiesta,
se inclina ante mí
dejando sin habla a los varayoks
y, al escuchar
la melodía lastimera
de los wakawak’ras
el layka—brujo de Chipau—
decide retirarse cabizbajo.
En el camino encontramos
al upa de Diamantes y pedernales
con su inseparable killincho,
tocando su arpa y cantando.
A su lado, el zumbayllu
yace inmóvil pues ya no tiene
vuelta que dar.
Yo, entonces,
decido regresar
con Misitu a la puna,
terminar mis días con él,
abrigados por los queñuales
de Negromayo
y esperarte...