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Relación de algunas habitantes

Los cristales se llenan de mujeres.
Algunas entran por ellos hacia un país de glaciares
Donde los espejos son de hielo
Y las grandes planicies esquimales
Están tocadas de silencioso blanco.
En aquel país, otras mujeres
Extraen agujas a los alfileteros del hielo.
Siento en la noche un rumor de faldas
Y las manos habitadas de la hilandera.
Ocurre que en sueños encontré una medalla:
Por una cara el rostro de María,
Por la otra Lady Macbeth, sus ojos en desvelo.
La madre de Chaplin, tocada de locura,
Veía cómo el piso se transformaba en río.
Nadie creía tal mutación, tal encantamiento,
Pero en sus noches bajaban por las calles
Ríos de zapatos hacia el mar,
Ríos de zapatos arrastrados debajo de las camas
Y las botas sin cordones de su hijo.
Hay mujeres, dulces mujeres
que no portan bandejas con la vianda amarga de
          Holofernes
Y mujeres de cuyos pasos nace más de una
Sombra: por los ojos de Helena
Cruzó el asombro de un caballo de madera.
Si eres buen arquero, buen flechador
        —me dijo una mujer
Haz que la sombra del disparo no hiera
La sombra del venado.
Hay mujeres que al dejar caer un ademán
Dan comienzo a una guerra.
Hay otras con olor de mariposas.
Las mujeres de Chagall siempre guardan
En estuche de violín sus alas de balso.
Las de Picasso huelen. Huelen a mosto,
A silencio, a flores de melancolía.
Las rodeadas de noche
Reparten hosannas en el jardín,
No sólo para que crezcan el rosal o el abutilón,
Sino para ensombrar a su amante furtivo.
Otras más hablan con olor de canela,
Pues la voz tiene un olor, hable de luz o de
        quebrantos.
Llegan, desaparecen en los espejos,
Y la casa del cuerpo se puebla y se despuebla.
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