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La nube

A la una de la madrugada,
En las horas muertas de la mañana,
Cuando por mi casa divagaba,
Me asomé, trémulo, a la ventana:
 
Vi la luna muy empañada
Por un gran nubarrón.
Ella se mantenía fijada
Y me llamó la atención.
 
Minutos la contemplé
Absorto en mis pensamientos.
Y extasiado devoré
Todos mis resentimientos.
 
Pero, noté que había algo extraño.
Una precipitación con tinte suicida.
Del gigantesco y aglomerado rebaño
De nubes, una cayó despavorida.
 
Se desplomó en los valles
Que rodean mi pueblo.
Su sangre bañó las calles.
¡Renunció al cielo!
 
Esa nube extraña, diferente,
Suicida. Se arrojó al pavimento.
Renunció al tranquilo firmamento.
A la deseada vida errante.
 
Que una criatura hiciera tal cosa.
Me sorprendió demasiado.
He leído del nombre de la rosa,
Y del filósofo envenenado.
 
¿Pero una nube suicida?
Nunca escuché de esa
En toda mi corta vida
 
¿Por qué esa movida?
¿Por qué arrojarse al misterio
Humano. A la avenida, la catedral,
la casa, el pasillo, el cementerio,
El colegio, la mórbida universidad.
Y… el prostíbulo…?
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