Incluso con la manta de tela blanca que me cubre, puedo verte, mi retratista.
En ocasiones es fatal, insensible.
Como si fuese un lapso, un tiempo, un goce de segundos o una muñeca de arena.
No eres víctima más que otro, pero victimario de mi víctima, sí.
Soy víctima a mi manera,
aunque esa manera subjetiva mía sea confusa, es más que evidente.
Soy, tal vez, bocados de ratos, galletas de sobras de cajas, un pedazo de hueso que lame un can o un reloj en la calle que recibe una mirada cada cuatro días.
Invidente a mirar lo que no se me antoja,
reacia a los síntomas del perdón,
vengativa como si muriese al mañana
y tan sensible que me pierdo de nada...
Conoces aquello que me hace y me deshace, y aunque lo que me deshace los des-haces inconsciente, muchas veces, duele y me revienta.
Mi corazón, aunque se cubra, muere.
Y luego vienen, incesantes, los dulces pedazos de vida juntos que me hacen olvidar y retumbar de felicidad en mi postura.
Como una montaña rusa vienen y van, pero cuando van, se destruye todo lo que soy y allí mis cuerdas vocales revientan, mis oídos se tornan en alcantarillas tapadas y mi mente, una pared vacía, blanca y hueca.
Entonces me empalago de aquellos momentos y me torno muda. Y ellos, más que compasivos, muestran mi dolor, mi cuerpo sufre en llamas; es más inseguro que la indecisión de mis labios por intentar hablar.
Por tanto, píntame en esencia, aunque sea de a pedacitos de placer, donde todo lo quiero y todo lo pido porque así soy...
tu pintura, arte iluminada, que a pocos das remalasos para después cubrir con una manta.
Original.
#desinterés