Horacio C.

Futuros perdidos

Esta noche siento la pérdida más que en ninguna otra. He parado un rato a contemplarme y más que verme a mí, te he visto a ti.
Y entonces, he comenzado a recordar todos nuestros futuros perdidos. Todos aquellos momentos que nos prometimos que pasarían y que hoy ya no son. Me resisto con todo mi cuerpo a dejarlos escapar, pero me temo que es algo mucho más fuerte y grande que yo. Algo incontrolable a lo que yo solo puedo aspirar a contemplar y ver como poco a poco se va diluyendo en la memoria de los tiempos.
Me siento entonces al borde del precipicio, de mi ser, mi consciencia y mi vida. Siento esa soledad inmensa de perder aquello que tanto has deseado. En ese momento es de noche y el dolor me hace recordar las caricias, miradas y sueños de madrugada. En tú y yo, acostados al pie de la cama, exhaustos, felices y abrazados.
Recuerdo pensar que ojalá ese momento fuera eterno, que no me abandonaras nunca, que todo aquello era existir. Y, sin embargo, todo ha terminado y vuelvo a estar solo. Aquí sentado junto al precipicio.
Mirando al vacío he llegado a contemplarme a mí mismo, como si de un espejo se tratara. Justo en ese momento en el que me veo reflejado en la oscuridad inmensa, es cuando me reencuentro conmigo mismo. Con mi respiración y con mi cuerpo lleno de vida, en esos momentos comprendo que soy yo el eje de mi futuro. Y que tengo todo un pasado, repleto de momentos, que me hacen creer que puedo seguir adelante.
Es entonces, cuando me convierto en la rosa blanca del desierto. La que sin agua, bebe. La que sin aire, se mueve. La que sin sol brilla. La que es bella, aunque nadie la esté mirando. La que existe pese a todo y pese a todos. La del corazón abierto y la espalda ancha.
Esta noche has sido para mí todos esos futuros perdidos y, a la vez, has sido el mejor de los presentes.

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