Cuando me miren nuevamente
un par de ojos inquietos, vivos;
tendré que salir de mi mismo
y admirar a quien tengo en frente.
Pues, casi siempre impertinente
iluso asumo que fascino
y me engrío por el camino
admirando ojos falsamente.
Y en verdad a más nadie admiro,
sólo admiro que es evidente
que a mí me admiran ojos vivos.
Que otro día sea diferente,
que yo no me admire a mi mismo
cuando me miren nuevamente.