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Para el álbum de la señora marquesa viuda de cerralbo

Ardua es la prueba, generosa amiga:
¡Versos yo en este libro, y los primeros!
Dormida estaba tu razón sin duda
Cuando diste cabida a tal deseo.
 
Bien quisiera tener para agradarte
Aquel vigor antiguo y aquel fuego
Que animaban mi pluma en otros días
Y algunos lauros a mi frente dieron:
 
Cuando del mar en la tendida playa
Canté la gloria y el poder inmenso,
Alternando los sones de mi lira
Con el son de las ondas y los vientos,
 
O cuando rayos sin cesar lanzaba
Contra el poder del Déspota europeo,
Dando en defensa de la patria mía
Ecos de libertad, entonces nuevos.
 
Aquel tiempo pasó; pedir ahora
La misma fuerza A mi cansado aliento,
Es en jardín talado pedir flores,
O la pompa del mundo en un desierto.
 
Y aun si en este lugar me permitieses
Escribir todo el bien que de ti pienso,
Más fácil y agradable la tarea,
Más aplaudido fuera el desempeño.
 
Tú, empero, expresamente lo prohíbes,
Acaso imaginando que el incienso
Rendido en tales libros a las damas
Tiene más de obligado que de ingenuo.
 
Cúmplase, pues, tu voluntad suprema
Y exentos de lisonja, yo te ofrezco
Versos que en nada tu modestia ofenden,
Si es que son dignos de llamarse versos.
 
Y si alguno después cuando los lea
Quiere ceñudo comparar con ellos
Las galas que en las páginas siguientes
Prodigarán el arte y el ingenio,
 
Dí que el yerro fue tuyo, y que escuchando
Sólo de tu amistad el noble afecto,
Diste un prólogo insulso a un bello libro,
Diste un pórtico pobre a un rico templo.

#EscritoresEspañoles José Manuel Quintana

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