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Fuego

Hay momentos tangentes, hay tanta gente en el desierto de tus ojos fríos.
Pero ninguno de ellos pudo socavar en lo más profundo de tu alma y exponer los restos tibios de tu corazón. Tus costillas de hierro, cárceles impenetrables, pronto serán polvo. Y se fundirán en el espectro con las luces de tu pecho, en ese fuego incesante que alguna vez Ícaro conoció.

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