Morimos sin un grito, sin un rezo,
tú con la boca abierta hacia el olvido,
yo con la daga dulce del regreso
clavada donde el pecho fue latido.
Tus manos ya no tiemblan... ya no lloran,
y mi cabeza duerme en tu vestido,
somos la flor que sangra y se devora,
somos el beso muerto y no entendido.
Ya todo está tan lejos... ya no importa,
el mundo es sólo un cuadro detenido;
tu alma y la mía, pájaros sin puerta,
volando hacia un abismo compartido.
No digas nada... duerme... que es temprano,
que aún nos queda morir un poco más,
yo puse el fin del mundo entre tus manos,
y tú dejaste el cielo donde estás.