El coronavirus 19 apareció en China en 2.019;
días después, mutó a los países para quedarse;
unos creyeron que fue un invento,
otros, el resultado de la evolución humana.
Viajó en avión y en taxi a las ciudades;
se esparce con el aire,
duerme despierto en superficies y elementos;
está en guerra contra los humanos;
los mortales, escépticos e indefensos,
portadores del virus se convierten en silencio.
Contamina en la calle y en la casa,
muertos aparecen en ambos lares;
transformando a los infectados sintomáticos
en lazaros en su propio hogar.
En la edad media al cristiano desahuciado,
lo llevaba la familia al templo;
con la bendición del cura, el contagiado,
era declarado, muerto en vida;
al lazareto lo arrojaban, purgando sus pecados;
abandonado por la familia y amistades.
Si sus pecados eran mortales
y no los confesaba,
al infierno iba a terminar atormentado;
si eran veniales, el purgatorio lo acogía
para expiar sus culpas;
sí estaba arrepentido y confesado,
el cielo eterno era su morada.
El infectado, si carece de quebrantos de salud acumulados;
sí es atendido oportunamente y pone empeño;
sale de cuidados intensivos, respirando;
regresa a casa luchando por vivir,
mientras se contagian los demás en casa;
la fiebre, la tos y el escaso aire en los pulmones
convierte en lazarinos a los infectados.
Los fallecidos, por una y otra causa,
en el transcurso de la pandemia,
están en las estadísticas estatales
que muestran todos los días
para escarnio y susto generalizado.
Sin santos oleos, mueren;
sin cartel, invitando al funeral;
sin honras fúnebres,
sin carroza y duelo público;
al crematorio van, primero en bolsas,
en el cementerio reposan sus cenizas;
sin flores, sus tumbas lucen abandonadas,
cual lazarinas de la edad media
en el camposanto.
Que los muertos entierren a sus muertos
en sentido figurado anunció Jesús,
hoy nos desprendemos de los ecos familiares,
no para seguir al predicador de Galilea,
sino para evitar contagiar a la familia.
Si deseamos continuar viviendo,
lazarinos debemos ser por conveniencia;
el coronavirus 19 llegó para quedarse
mientras no nos contaminemos todos
y no haya vacuna para prevenir el virus;
lazarinos seremos en nuestra propia casa.
San Gil, 1 de agosto de 2.020
D.R.A.