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Himno I

1-Este es Maestro, el punto exacto de aquel vórtice herido, no olvido un solo detalle de ese dédalo inextricable, conservo aun la sangre seca entre los dedos y el amargo sabor de aquel llanto sin consuelo.

2-Confieso que antes vi aparecer y desaparecer tu rostro como una larga amatista fulgurante, pero no quise entender tu palabra.

3-Sin embargo, y aunque el aire iba llenándose de plúmulas heladas, yo crucé resueltamente, luchando entre la vida y la muerte hasta llegar a ese punto exacto.

4-Qué mar de lívidos fantasmas y qué silencio de alas muertas de muy adentro de las islas, de los ignotos cráteres polares, venían barcos livianísimos que pasaban a la deriva como alados témpanos solitarios, perdiéndose con extraños mensajes hacia los últimos resplandores de la vida.

5-Ataviada enteramente para esa muerte, mi corazón jugaba a los hechizos sin mirar nunca de qué lado vendría el cataclismo, con cuanta ingenuidad levantaba el ruedo de aquella grande ola contenida en su vértice!

6-He dicho que recuerdo hasta el menor detalle de aquel dédalo inextricable, no exagero en lo más mínimo si declaro sentir aun en la obscuridad el chasquido de su látigo odioso cayendo pesadamente sobre el alma y veo saltar mis lágrimas al suelo como una copiosa reventazón de estrellas.

7-Ah, que vértigo de cumbres y de abismos, qué locura de amor y de sacrificio a las puertas mismas de la muerte.
De pronto era la mies ahíta y una hoz de relámpagos de fuego caía fulminantemente hacia la noche.

8-Oigo nítidamente ahora aquella tu voz de monje ausente, azotado de músicas y estrellas, tu manto azul, mojado, como recién salido de la muerte y todo el tiempo mirándome...

9-Herido por mi pena, quería tal vez sujetar mi espanto, huyendo cada vez más despavoridamente entre túneles ciegos, colgándose hacia atmósferas, pobladas solamente de halos pálidos y secretos intentos.

10-Qué viento negro arreaba mis amarras? ¿Hacia que túmulo preciso enfilaban las brújulas? yo nunca supe nada y aunque estabas tú conmigo velando tiernamente al pie de mi desdicha, pasé no obstante inconteniblemente hacia adelante.

11- Aquello fue naturalmente, como un tajo de luz hasta más allá de mi sombra, todo se perdió en el vacío de improviso y yo quede como una pobre lumbre sola colgando hacia el infinito, desde entonces no pude ser la misma.

12-Alguien se reía de mi observándome atar y desatar violetas con una seriedad de muchos siglos, ¿para que serviría todo eso?

13-Pero como todavía había un nudo entre las manos y una pesada ajorca en los tobillos, yo defendía mi secreto.

14-Largo tiempo estuve entre la vida y la muerte, girando vertiginosamente en un solo circulo restallando entre látigos y lágrimas, a espada limpia con los centinelas.

¿Que se proponía el destino?

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