—Que cosa la tuya!, siempre lo mismo...!
no me cansaba de criticar tus remeras mal acomodadas, porque tu gusto difiere de la lógica absurda, racional y aburrida que hilaba en mis manos, o como cuando las charlas se sumergían en una laguna hervida, por nunca aprender a respetar los tiempos entre el agua y el fuego, ese romance previo que apoya las medialunas en la mesa, enciende la tv para recaer en el aciago noticiero o abre una sopa de letras. Expectante esperaba hasta que llegaba la bombilla a tus labios con forma de beso, des un sorbo y con un grito, entre enojado y comprensivo, remarques las falencias en un mate a las cinco de la tarde,
—Pero mira, puedo verlo a Jack! hola!, una comparativa chistosa con el dramático desenlace que a James Cameron enalteció con tres premios Oscar, era verme humilde y torpemente lavar la yerba en dos cebadas, mientras reposábamos en el oscuro futon, ese si que sostuvo risas, lagrimas, insultos, hasta el sudor de mi espalda cuando el inopinado calor nos envolvía dentro de un halo. Para que agravar el desolado panorama emocional, si afuera llueve, y otra vez, si! otra vez!, filtra el agua por el marco del ventanal, te acordas? escurríamos trapos juntos, ese recuerdo sonríe en mi rostro, interrumpía cualquier actividad ver como los nubarrones intimidaban a ese bendito marco, entre corridas molestas, pero graciosas, nos curamos para estar precavidos, quizás por eso hoy apila ropa sin tanto amedrentamiento moral mi placar.