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Ella duerme, yo la observo

Trás unos pocos días de los muchos días que tengo a su lado, siento todo como nuevo. Aprendo aún cuando me duermo, la veo mientras duerme y siento que estoy en el lugar más hermoso del mundo, junto a ella.

Es una especie de abismo. Un abismo al que le perdí el miedo.
Han pasado muchas lunas, tantas que me cuesta mantener la idea de un número, y después de muchos baches, puedo verla dormir cerca de mí y sentir que me armo y me desarmo como un rompecabezas que no tiene una forma, sino todas las formas. Ella duerma y yo la observo, como queriendo ser respirado cuando toma el aire, para recorrer la autopista que la oxigena. Ella duerme y yo me quedo cuidándole la quietud, para que nada perturbe o ensucie la belleza de su calmo descanso. Ella duerme y yo dudo de la realidad, mi corazón late lento y fuerte, degustando pálpito a pálpito el sentimiento de gratitud por estar a su lado.

También, mientras duerme, algunos miedos me visitan queriendo traerme el sabor y el sinsabor de los malos tiempos, cuando yo no había entendido que todas las ideas sobre lo que podía salirme mal eran sólo una mala jugada de mi mente cargada de traumas y bloqueos.

Van pocas noches desde que vivimos juntos. Y solamente decir que vivimos me mueve la panza, el pecho, respiro con el corazón el oxígeno de la esperanza y los sueños que ella, sólo ella y nadie más que ella, me hace querer perseguir gracias a su pura, única e incomparable manera de quererme.

Ella duerme y yo la observo, se vuelve un cuadro que cada día me da una imagen distinta, una exposición de sus gestos, la galería de sus movimientos minúsculos y el concierto de su respiración cantándome al oído. Ella duerme y me quedo quieto, abrazándola cuidadosamente porque el amor me lleva al cobijo que quiero ser cada día, para ella.

Esto aún no está terminado...

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