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Hacia Roma caminan dos pelegrinos, a que los case el Papa, mamita, porque son primos,
Caña de voz y gesto, una vez y otra vez tiembla sin esperanza en el aire de ayer. La niña suspirando
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
La guitarra, hace llorar a los sueños. El sollozo de las almas perdidas, se escapa por su boca
No te conoce el toro ni la higuera… ni caballos ni hormigas de tu casa… No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra,
¡Mi soledad sin descanso! Ojos chicos de mi cuerpo y grandes de mi caballo, no se cierran por la noche ni miran al otro lado,
El remanso del aire bajo la rama del eco. El remanso del agua bajo fronda de luceros. El remanso de tu boca
Agua, ¿dónde vas? Riyendo voy por el río a las orillas del mar. Mar, ¿adónde vas? Río arriba voy buscando
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva
Hay dulzura infantil En la mañana quieta. Los árboles extienden Sus brazos a la tierra. Un vaho tembloroso
Viento del Sur, moreno, ardiente, llegas sobre mi carne, trayéndome semilla de brillantes
¡Ay, petenera gitana! ¡Yayay petenera! Tu entierro no tuvo niñas buenas. Niñas que le dan a Cristo muerto
Por una vereda venía Don Pedro. ¡Ay cómo lloraba el caballero! Montado en un ágil
La mano crispada como una Medusa ciega el ojo doliente del candil. As de bastos.