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Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba, iré a Santiago, en un coche de agua negra. Iré a Santiago.
Camina Don Boyso mañanita fría a tierra de moros a buscar amiga. Hallóla lavando
La luna gira en el cielo sobre las sierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama. Por encima de los techos
Yo decía: “Tarde” Pero no era así. La tarde era otra cosa que ya se había marchado. (Y la luz encogía
Los cien enamorados duermen para siempre bajo la tierra seca. Andalucía tiene largos caminos rojos.
En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha.
¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla!
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de cor… que lleva en el dorso una almendra… Peces de arsénico como tiburones,
Fuera la lluvia cae sin cesar... En mis cristales viene a tocar su sinfonía:
Ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos. Tú... por lo que ya sabes. ¡Yo la he querido tanto!
En la torre amarilla, dobla una campana. Sobre el viento amarillo,
Caña de voz y gesto, una vez y otra vez tiembla sin esperanza en el aire de ayer. La niña suspirando
Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie. ¡Cómo temblaba el farol! Madre.
La muerte entra y sale de la taberna. Pasan caballos negros y gente siniestra